LA HABILIDAD DE VER
“¡Ojalá su corazón esté siempre dispuesto a temerme y a cumplir todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos siempre les vaya bien!”
Deuteronomio 5:29
La iglesia de Corinto era muy abierta a los dones espirituales. La unción del Espíritu Santo era muy fuerte.
La segunda epístola Corinto contiene un gran énfasis en el orden divino, el temor del Señor y la subsiguiente restauración de su gloria. En su contexto sostiene un fuerte y entusiasta mensaje para hoy en día.
· La gloria el Antiguo Pacto versus la del Nuevo Pacto
En ambas cartas, se refiere a la huida de Israel de Egipto, y a la revelación de la gloria de Dios a ellos. Nos concierne; debido a que son tipos y símbolos de lo que podemos experimentar en el Espíritu.
“Todo eso les sucedió para servir de ejemplo, y quedó escrito para advertencia nuestra, pues a nosotros nos ha llegado el fin de los tiempos.” 1ª Corintios 10:11
La primera carta de Pablo trata con muchos elementos fundamentales del orden divino. Su segunda carta habla del deseo de Dios por reavivar su gloria y habitar en el corazón de su gente. Compara la gloria de Dios en el desierto con la revelada en el Nuevo Pacto.
“El ministerio que causaba muerte, el que estaba grabado con letras en piedra, fue tan glorioso que los israelitas no podían mirar la cara de Moisés debido a la gloria que se reflejaba en su rostro, la cual ya se estaba extinguiendo. Pues bien, si aquel ministerio fue así, ¿no será todavía más glorioso el ministerio del Espíritu?” 2 Corintios 3.7,8
En el monte Moisés contempló al Señor. Cuando bajó su cara, brillo Moisés reflejaba que había estado en la presencia de -la gloria de- Dios.
En el Nuevo Pacto el plan de Dios no es para que reflejemos gloria, sino para que su gloria sea vista en nosotros.
La gloria del Antiguo Pacto no se compara con la del Nuevo, para que no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido (V.13). Luego se lamentar: “la mente de ellos se embotó” 2ª Corintios 3:14
¡Que trágico no pudieran ver lo que necesitaban! Pablo nos advierte para que no nos encontremos ciegos y en el mismo dilema.
¿De que manera estaban ciegas sus mentes? Para respuesta regresemos al contexto en que Pablo hablaba:
· El temor de Dios versus tenerle miedo
“y el Señor le dijo: Ve y consagra al pueblo hoy y mañana. Diles que laven sus ropas y que se preparen para el tercer día, porque en ese mismo día yo descenderé sobre el monte Sinaí, a la vista de todo el pueblo.” Éxodo 19:10-11
Este mensaje era profético, por lo que también nos habla a nuestros días. Antes de que Dios manifestara su gloria, el pueblo debía santificarse a sí mismo. Nuestras vestimentas deben ser limpiadas de la suciedad del mundo.
En la madrugada del tercer día hubo truenos y relámpagos, y una densa nube se posó sobre el monte. Un toque muy fuerte de trompeta puso a temblar a todos los que estaban en el campamento. Entonces Moisés sacó del campamento al pueblo para que fuera a su encuentro con Dios, y ellos se detuvieron al pie del monte Sinaí. El monte estaba cubierto de humo, porque el Señor había descendido sobre él en medio de fuego. Era tanto el humo que salía del monte, que parecía un horno; todo el monte se sacudía violentamente” Éxodo 19:16-18
Actualmente, Dios es como “el amigo”, con poco respecto,. Si pudiéramos visualizar aquello que Moisés y los hijos de Israel vieron, tendríamos un significativo cambio en el punto de vista. Él es el Señor, ¡y no ha cambiado!
“Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios. Moisés respondió: No teman; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequen” Éxodo 20:18-20 El pueblo tembló y retrocedió. No querían oír más la voz audible de Dios. Tampoco querían mirarlo ni estar en la presencia de su gloria.
Moisés les dijo: “No teman...”) Animándolos, mientras les explicaba que Dios había venido para probarlos.
¿Por qué nos prueba Dios? ¿Para encontrar lo que hay en nuestros corazones? Absolutamente, no. Él ya lo conoce. Nos prueba para que nosotros podamos saber lo que hay en nuestros corazones. Es una verdad infalible que si no tememos a Dios, le tendremos miedo; toda rodilla se doblará ante Él, sino es por temor santo, lo será por terror (Filipenses 2:10-11).
· Similar en muchas formas
Los israelitas no eran tan diferentes a nuestra iglesia actual.
· Todos salieron de Egipto, lo cual tipifica la salvación.
· Todos experimentaron y se beneficiaron con los milagros de Dios, como muchos en la iglesia actual.
· Todos ellos experimentaron la liberación de sus opresores, la cual muchos han experimentado en la iglesia actual.
· Aún deseaban su viejo estilo de vida, si les hubiera sido posible tenerlo sin las ataduras esclavizantes. En la iglesia de hoy gente es salvada y liberada, pero aun así nunca dejan el estilo de vida del mundo.
· Los sacó con plata y oro.... Pero usaron esa bendición para construir un ídolo! ¿Hemos hecho lo mismo hoy día? Se consagran sus fuerzas a las bendiciones materiales y financieras, en lugar de darlos al Señor que los bendijo.
· Experimentaron el poder sanador de Dios, ...y no hubo en sus tribus enfermo. 3,000,000 ningún enfermo o gente en el hospital.
Danzaban y oraban de manera muy parecida a lo que hacemos hoy en la iglesia, eran atraídos a sus manifestaciones milagrosas, porque se beneficiaban de ellas, ¡pero se asustaban y se alejaban cuando la gloria era revelada!
Somos atraídos a sus milagros. Podemos vivir sin que el pecado sea detectado alrededor de los milagros, pero no puede esconderse de la luz de su gloria revelada.
· ¿Qué fue lo que cegó al pueblo?
“ He aquí Jehová nuestro Dios nos ha mostrado su gloria y su grandeza, y hemos oído su voz... acércate tú, y oye todas las cosas que dijere Jehová nuestro Dios; y tú nos dirás todo lo que Jehová nuestro Dios te dijere, y nosotros oiremos y haremos” Deuteronomio 5:23-27 Pero no pudieron obedecer sus palabras. En la actualidad recibimos la Palabra de Dios de nuestros pastores y predicadores, pero tenemos miedo de escuchar su voz que deja al desnudo la condición de nuestros corazones.
Moisés no podía entender su falta de hambre por la presencia de Dios. Dios se lamentó: “oh, si ellos tuvieran el corazón, que me temieran...” ¡Todos ellos podrían haber sido como Moisés, reflejando la gloria de Dios conociendo sus caminos.
¿Qué los cegó? La respuesta es clara: no tenían corazones que temieran al Señor.
La persona que teme al Señor tiembla ante su Palabra y presencia ¿Qué significa temblar ante su Palabra? Obedecer de buena gana a Dios, aun cuando parezca más ventajoso transigir o desobedecer su Palabra.
Debemos estar firmemente establecidos en el hecho de que Dios es bueno. Alguien que teme al Señor sabe esto, porque conoce el carácter de Dios. Es precisamente por eso que se acercará a Dios, aun cuando otros se alejen por el pánico.
Sabe que cualquier dificultad presente o por venir en las manos de Dios, finalmente tendrá un buen fin. Podemos estar mentalmente de acuerdo, sin embargo, es en los tiempo de prueba o dificultad cuando lo que verdaderamente creemos es claramente revelado. Solo entonces apreciamos lo que en verdad es nuestra fe, al pasar por el fuego de las pruebas.
Mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto.
Note las palabras mejor nos fuera. En esencia, estaban diciendo: ¿Por qué debemos obedecer a Dios, cuando sólo está haciendo que nuestras vidas sean miserables?
¿Cuán a menudo hacemos lo mismo? Queremos palabras suaves y placenteras, cuando es lo amargo lo que realmente necesitamos para limpiarnos de nuestras impurezas.
· Un corazón diferente
Moisés era muy diferente. Su corazón había sido probado. “Por la fe Moisés, ya adulto, .... Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. .... porque tenía la mirada puesta en la recompensa.” Hebreos 11:24-26
Los hijos de Israel no eligieron su cautiverio. Moisés tenía la opción de vivir en medio de lo mejor y lo más fino que el mundo podía ofrecer, pero lo rechazó todo para sufrir la aflicción con el pueblo de Dios. Los israelitas querían volver a Egipto –el mundo-. Moisés eligió la prueba, ¿Qué recompensa buscaba?
“Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí” Éxodo 33:15. Moisés no fijó su vista en la Tierra Prometida,(¡La promesa no es nada sin tu presencia!) Piense en la posición en que encontraba Moisés cuando respondió: “No nos saques de aquí.” ¿Qué era aquí? ¡El desierto!
Se le ofreció una (Salida) de ese sufrimiento, y la oportunidad de ir a la tierra de sus sueños, pero la rechazó.
Uno de los métodos que Dios usa para probarnos es el hacernos una oferta que él espera que rechacemos. La oferta puede prometernos un gran éxito. Pero en lo profundo de nuestros corazones sabemos que esa elección podría ir en contra de los deseos verdaderos de Dios. Solo aquellos que tiemblan ante su Palabra podrán elegir aquello que parece menos beneficiosos.
Por la apariencia externa, o física, no había diferencia entre Moisés y los hijos de Israel; La diferencia estaba escondida, oculta en el interior de sus corazones. Moisés tenía a Dios; por lo tanto percibía el corazón y los caminos de Dios. Pero a causa de que los hijos de Israel no tenían a Dios, estaban cegados y con su entendimiento oscurecido.
En estos últimos días Dios enviaría muchos mensajeros proféticos. Se levantarán con tal unidad de propósito que podrán hablar como un solo hombre, llamando a aquellos que están engañados a regresar con todo su corazón al Señor.
Jesús nos advierte " Les voy a enseñar más bien a quién deben temer: teman al que, después de dar muerte, tiene poder para echarlos al infierno. Sí, les aseguro que a él deben temerle.” Lucas 12.4-5
Cuando cubrimos o escondemos el pecado para proteger nuestras reputaciones, ponemos un velo sobre nuestros corazones. Equivocadamente pensamos que este velo nos hace aparecer puros, cuando realmente no lo somos. Eso, finalmente, nos guía a hipocresía. Entonces, ya no sólo engañamos a otros sino también a nosotros mismos.
El temor de Dios es nuestra única protección de la hipocresía. Entonces no esconderemos al pecado en nuestros corazones, porque le temeremos a Dios más que a las opiniones de cualquier hombre mortal.